Por: Carlos R. Alvarado Grimán
Los Estados totalitarios son terrenos fértiles para el florecimiento de las miserias humanas. Los aduladores pululan por doquier y suelen rendir sus “plumas” al servicio del poder, cohonestando la barbarie de sus amos. La historia esta repleta de personajes que vendieron sus dignidades a cambio de prebendas, favores económicos y ventajas para si mismos, sus familias y círculos de amistades.
En Venezuela ya existe una red de informantes en todos los niveles de la sociedad. Pero también existen articulistas, comunicadores e intelectuales, que se dedican de manera sistemática a la satanización de los actos y posturas de los elementos de la oposición, para criminalizarlos y así justificar las acciones arbitrarias del Estado fascista.
Recientemente una jauría de estos personajes oscuros arremetió contra el periodista Rafael Poleo, quien con base a un análisis metodológicamente racional hizo un paralelismo en la vida política de dos fascistas: el “Duce” Mussolini y el “caudillo” venezolano, extrapolando el final de este último con base a las similitudes en sus accionares políticos.
El paralelismo realizado por este periodista fue muy válido. Ambas vidas han seguido un curso político coincidente como: La ruptura con la izquierda socialista, para pactar con el capital financiero y reaccionario; imposición de una serie de símbolos, para fusionar gobierno y Estado en un todo; militarización de la sociedad y la conformación de grupos de choques debidamente uniformados; instauración de una ideología difusa y contradictoria, mezcla de mitología nacional, sincretismos religiosos, filosóficos y políticos sin ningún tipo de coherencia; exacerbación del nacionalismo para volcarlo contra supuestos enemigos externos; envenenamiento de las mentes de niños y adolescentes con sus arengas, incitaciones al odio y la violencia; pulverización de los sindicatos y de las organizaciones políticas y sociales..
Apoyando la tesis del periodista mancillado, y parafraseando a Albert Einstein diríamos que: “Si buscas un final distinto, no hagas lo mismo que los sátrapas del pasado”: La historia no perdona.
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